Los Niños Cantores de Morelia se dejaron conquistar por la vitalidad del rock

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conservatoriodelasrosas.edu.mx

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23 de marzo del 2012
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Seduce el rock a los Niños Cantores de Morelia
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Por: Ricardo Aguilera
Provincia

Morelia, Michoacán.- Variadas y múltiples eran las deficiencias ofrecidas por ese concierto: un equipo de sonido obsoleto y repleto de vibraciones, un alto índice de espectadores imposibilitado para guardar silencio y una cafetería que no interrumpió su vendimia a pesar de ubicarse a unos cuantos metros del escenario. Sin embargo, había un elemento que se imponía por sí solo en ese instante, a pesar de las adversidades: los Niños Cantores de Morelia cerraron sus gargantas a la música clásica y se dejaron conquistar por la vitalidad del rock.

La negación simbólica e intencional hacia la línea clásica que define a la agrupación, una de las más añejas y tradicionales de la capital michoacana, se revelaba en el rostro de los pequeños a todas luces. Para afirmarlo, con rapidez se despojaron de la capa fucsia que les acompaña y distingue en todos sus recitales, prenda que fue suplantada por vestimenta negra, misma que expresó la libertad que conseguían con su participación en la décima segunda edición del Festival Internacional de Música Arte Joven.

Pero esta no era la única novedad que el ensamble coral experimentaba esa noche, la del pasado jueves; acostumbrados a presentarse sobre enduelados escenarios en los más diversos recintos culturales, ahora tenían la oportunidad de cantar al aire libre; sin perder la dirección de Elizabeth Espejel, sus voces no eran reguladas por un par de manos o las escasas notas de un piano, sino por la vitalidad rítmica de una guitarra eléctrica, un bajo y una batería.

Solo que la presencia de Queen Killers (grupo tributo a Queen) el ensamble de rock con el que hicieron fusión en el último fragmento de ese recital, era una expresión más de la diversidad que se manifestó en el área de posterior del Conservatorio de Las Rosas, esa que sirve de estacionamiento. La noche permitió que los créditos vocales se compartieran con el coro propedéutico de la Escuela Popular de Bellas Artes (EPBA) y las composiciones que salieron de las gargantas eran producto de la inspiración de John Deacon y, por supuesto, Freddie Mercury.

La medida resultó tan seductora desde su anuncio, hace más de una semana, que las sillas dispuestas en el espacio abierto se saturaron con rapidez extrema, aun cuando faltaba más de media hora para el inicio de la entrega sonora. No solo porque los familiares y amigos de la concurrencia tomarían su lugar en el escenario, sino también porque muchos de los presentes tenían oportunidad de expresar su pasión por el rock y por la banda Queen.

Tan desesperante fue la prolongada espera previa al inicio del recital que, ante los olores que emanaban de la cafetería, era imposible negarse a adquirir un trago de café que alteraría aún más los sentidos, unas palomitas que saciarían la apelación al olfato con un profundo olor a mantequilla o la adquisición de papas fritas en una bolsa metálica que no dejó de crujir durante la primera parte de la gala.

Fieles al espíritu que inspiró su creación, los Niños Cantores de Morelia quisieron atrapar las conciencias con una selección de música coral, en inglés y en español, que casi resultó desconocida para la concurrencia. De no ser por Mañanita, de Miguel Bernal Jiménez; Mi ciudad y Cielito lindo, las expectativas del público se habrían venido abajo durante los primeros 30 minutos de la intervención.

Para imprimir mayor emoción ante el inminente inicio de las piezas de Queen, la agrupación despidió a dos señoritas cuya voz ya no es adecuada para un ensamble coral infantil; en cambio, se integraron cuatro pequeños varones –uno de ellos perteneciente a una casa hogar- dispuestos a saltar, a agitar las manos y a lanzar fuertes gritos ante la posibilidad de rockear.

Qué importaba si uno de los micrófonos no funcionaba, si la voz de los solistas parecía un remedo de aullidos caninos y si el escenario fue tan escaso que todos lo allí parados estaban más que cerca. Había que aprovechar los poco más de 20 minutos que permitieron la interpretación de Another one bites the dust, Somebody to love, Bohemian Rhapsody y We are the champions ; sobre todo si se toma en cuenta que, rara vez, el rock está presente en el repertorio de las agrupaciones que se desarrollan al amparo de un conservatorio.

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Fuente: www.provincia.com.mx
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