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God Save The Queen
Dios Salve a la Reina
Pablo Padín
Francisco Calgaro
Ezequiel Tibaldo
Matías Albornoz
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Y Freddie Mercury resucitó en Salamanca
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La banda tributo 'God Save the Queen', considerada la mejor del mundo, revivió los éxitos de la mítica banda inglesa ante miles de Salmantinos.
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15.11.2014
Javier Burón
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El concierto, que comenzó con un tipo que se parecía mucho al inimitable, acabó con el público rendido ante lo que tema a tema se fue convirtiendo en el verdadero Freddie Mercury y toda su banda. Los argentinos God Save the Queen (Dios Salve a la Reina) lo volvieron a hacer, esta vez ante el público salmantino que llenó aproximadamente tres cuartas partes del Multiusos Sánchez Paraíso.
Pocos grupos pueden presumir de un auditorio tan heterogéneo. Niños, jóvenes, adultos y abuelos. Y firmando una buena entrada, a un precio de entre 25 y 30 euros, lo cual aun más complicado para una banda tributo. Queda claro que la sombra de Queen es alargada.
Así, los argentinos demostraron por qué Rolling Stone les consideró "el mejor tributo de todos los tributos del mundo". Un sonido potente e imitado a la perfección, un juego de luces milimetrado y una maestría en el control de los tiempos y de las necesidades del público, desde las baladas más íntimas hasta el hard rock más guitarrero, y es que llevan ya muchos años sobre los escenarios.
God Save The QueenTodo tuvo cabida para un Pablo Padín que rozó la perfección vocal y gesticular, bien escudado por un Francisco Calgaro que se metió en los dedos de Brian May y tomó el protagonismo en muchos momentos para descanso de Mercury. Las representativas líneas de bajo fueron bien defendidas por Ezequiel Tibaldo, así como la base rítmica para un seguro Matías Albornoz a la batería.
El show comenzó con toda una declaración de intenciones por parte del grupo, We will rock you, en una versión más rockera de la misma. Padín, con cazadora de cuero blanca y pantalones más que no podían ser más ceñidos, junto al carácterístico micrófono de Mercury, con una larga barra metálica, salió a comerse el escenario. Le siguieron éxitos como Another one bites the dust, que añadió una nota funk al concierto, y dejó al cantante sin camiseta y con una gorra con alas, manteniendo en todo momento la pose provocativa.
Entre canción y canción, el cantante se ganó al público interactuando, haciéndolo cantar y demostrando su amplio registro, en un juego de pregunta-respuesta al grito de eo eeeooo. Esto fue seguido de la característica línea de bajo de una Under pressure sin Bowie que hizo las delicias del público.
Continuó Brian May al piano para tocar la balada Save me, que acabó rotándo el instrumento con Mercury a mitad de la canción para coger su eléctrica. Esta fue seguida de la original y heterodoxa I want to ride my bicycle (Bicycle race) , una de las mejores demostraciones de la calidad de las cuidadísimas armonías vocales creadas entre cantante, guitarrista y baterista, mientras pedían montar su bicicleta.
Se hizo una pausa para el cambio de vestuario de Padín, en la que, por casi 10 minutos, Calgaro exhibió un espectacular dominio del pedal delay, llegando a sonar como cuatro guitarras al mismo tiempo. Volvió el grupo con A Kind of Magic, con Padín en enfundado en el inconfundible chándal de chaqueta amarilla y pantalón blanco.
Una de las notas más emotivas fue la que siguió con Who wants to live forever, la canción de Los imortales, envuelta en un aura de iglesia gracias al órgano de May, que a buen seguro puso la piel de gallina a más de uno de los presentes. Siguieron con uno de los éxitos más coreados, Somebody to love.
Aquí llegó el momento más personal y tranquilo antes del sprint final. En una estética intimista, Padín se sentó al piano al estilo de los cantautores de los 70, que bien podría haber sido Randy Newman, con My Melancholy Blues. Esto fue seguido de Love of my life, sin más instrumentación que May sentado con la acústica, mostrando su dominio de los arpegios.
A partir de aquí, la épica de Queen tomó el control. Los sintetizadores de Show must go on, que da nombre a la gira, con un escenario totalmente rojo y lleno de humo presagió que comenzaba la recta final. Le siguió I want it all de lo más rockera, para la que se sumó otra guitarra eléctrica que sorprendió a los presentes. Asimismo, hubo hueco para un sonido años 50, que animó a mover las caderas, gracias a Crazy little thing called love, con un Mercury a la acústica.
Y aquí llegó el momento que arrancó el éxtasis del graderío. Los primeros acordes de Padín al piano sirvieron para que todo el pabellón coreara el Mama, just killed a man, como comienzo de la emotiva Bohemian Rhapsody, que a través de sus distintas partes, hizo pensar al público que, en efecto, se habían teletransportado hasta otra época y estaban viendo al verdadero Freddie Mercury.
Aquí llegaron los primeros bises, y lo hicieron con un Padín ataviado con peluca y pechos femeninos para la liberadora I want to break free. Le siguieron los sonidos más ochenteros con Radio Ga Ga . La mítica batería de introducción de We will rock you sonó entonces, coreada por todo el graderío y, tras esto, llegó la que tal vez es la más universal de sus canciones, incrustada en el imaginario colectivo para las grandes celebraciones. Ninguno de los presentes pudo evitar agarrar a sus acompañantes brazos en alto para corear el We are the champions, como apoteósico final.
Entonces llegó la despedida, con el himno de Inglaterra, God Save the Queen, que da nombre al grupo, y con Mercury vestido con la corona y capa del rey en que se convirtió, saludando junto a todo el grupo a un público rendido a sus pies.
No obstante, nadie marchó de allí y la banda tuvo que aparecer a salir para una última canción. Posiblemente, la más grande que se habían dejado en el tintero era Don't Stop me now, que finalmente no tocaron. Apostaron por abandonar el escenario con la stoniana One vision.
Y, de esta manera, el grupo que por una noche hizo a los salmantinos vivir a Queen se retiró para dejar a los presentes abandonar un Sánchez Paraíso envuelto en la aureola de quienes han llegado a la catarsis colectiva gracias a la música, una de las mejores sensaciones que se pueden experimentar.
Fuente www.tribunasalamanca.com
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